*Artículo de opinión.
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Receptor de televisión Hitachi modelo CT-2186. |
Hace algún tiempo, en el valle de México existió
–aún existe– una estación radiofónica que a su justa medida, se elaboró un
slogan propagandístico que rezaba: “Radio Centro, música ligada a su recuerdo”. Una composición fascinante.
Con el tiempo, el corporativo de los señores
Aguirre mudó el slogan con todo y locutor
a otra de sus estaciones radiofónicas, el Fonógrafo en el 790 del
cuadrante en Amplitud Modulada. Desde
entonces, a modo de grabación, la voz del perdurable Salvador Luna Ibarra aún
pregona: “El Fonógrafo, música ligada a su recuerdo”.
Al igual que la cultura de la música, existen otros
motivos para “ligar con el recuerdo” el tiempo que se ha desvanecido entre las
manos para convertirse en un pasado lejano y sin retorno. Ignoro si a otros
compañeros veteranos de profesión les ocurre, el caso es que, ajeno a toda voluntad, mi inconciente siempre da
cuenta del pasado remoto ante la simpleza de contemplar un televisor antiguo,
sobre todo cuando éste tuvo la capacidad instintiva de pertenecer a toda una
época.
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Chasis NP83XC. Hitachi, México. 1986. |
Hace pocos días, me sucedió. Recibí para servicio un receptor de
televisión modelo CT-2186 ataviado con el famoso chasis NP-83XC y fabricado en
territorio mexicano por Hitachi, la firma japonesa. Mientras lo reparaba, imparables los
recuerdos, comenzaron a desprenderse para viajar en todas direcciones y
destinos, incluidas la hora de comida y la intimidad de la noche, antes de
dormir, con la luz apagada de mi habitación.
Aquí atrapo algunos de ellos y escribo al respecto.
Con toda seguridad y muy lejos de simple
coincidencia, el modelo CT-2186 de Hitachi, hace referencia al año en que este
receptor fue lanzado al mercado: 1986.
Del mismo modo, no tengo duda de que el diseño se habría gestado un año
atrás, en 1985. Por lo menos, así lo
confirma una pequeña ventana rectangular que aparece en la esquina inferior
derecha del diagrama original y en donde, además de sus firmas al calce, puede
leerse:
“TELEVISIÓN DEL DISTRITO FEDERAL, S.A. DE C.V.
Fecha: 25-Junio-1985. Dibujó: G. César F. Revisó y aprobó: Ing. F. Peralta C.”
De 1986
a la fecha, han transcurrido 28 años. En ese tiempo, fui
un joven que además de estudiar, se aprestaba a cumplir los 21 años de edad. Mis recuerdos acerca de la época, son claros. En el verano de 1986, los ojos del orbe
estaban puestos en la tierra fundada por los aztecas porque ahí tendría lugar
la máxima justa deportiva, el mundial de México 86, el mundial del que se
apropió Diego Armando Maradona, el argentino.
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19 de septiembre de 1985, terremoto en la ciudad de México. |
Absorbido y prácticamente enclaustrado en los
estudios de un Curso de Electrónica impartido en la Dirección General
de Comunicaciones Navales de la Armada
Mexicana, fue que en cierta medida, en aquel año, me mantuve
a salvo de la publicidad exasperante de la radio y la televisión, motivo del
certamen deportivo. Todas las horas
laborables de 1986 fueron para mí de ardua dedicación y sin otra alternativa de
superación posible porque meses atrás, la capital del país había sido sacudida por un violento terremoto que además de miles de muertes y cuantiosos daños materiales, también produjo
una severa crisis económica.
Los tiempos
de estudio en el plantel iniciaban a las 8:00 de la mañana y la salida tenía
verificativo a las 20:00 horas con dos lapsos breves para el desayuno y la
comida. Por momentos, la dinámica del curso me pareció agobiante a pesar de que éste contaba
con materiales didácticos vanguardistas que el instituto armado había adquirido en los Estados
Unidos: Degem´s Sistems CO, LTD. El
entorno era de mesas de trabajo, tableros electrónicos, instrumentos de
medición, libros, gises, pizarrón y sobre todo, compañeros y profesores
entrañables con quienes compartí la existencia que implicó una grata vida
estudiantil.
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Receptor de televisión Hitachi modelo CT-2186. |
El primero de mis encuentros con un receptor de
televisión Hitachi CT-2186 fue meramente casual y hasta hoy, de recuerdo
indeleble: Por petición de Mauricio Darío Sánchez Ramos, el profesor matutino del
curso, la tarde del 22 de junio de 1986 abandoné las instalaciones militares
para acudir a calles cercanas en busca de un contacto eléctrico para una
lavadora de ropa. Entonces, la antigua
Secretaría de Marina, se encontraba situada entre las calles de Revillagigedo e
Independencia, en el centro de la ciudad de México. Muy cerca del sitio, en la calle de Luis
Moya, había un almacén de elegantes ventanales y que tenía a la venta
receptores de televisión fabricados por Sony e Hitachi.
En aquélla tarde memorable, en el estadio Azteca, al sur de la ciudad, la selección de
Fútbol de Argentina, enfrentaba a su similar de Inglaterra en cuartos de final. En la acera de la tienda, había un tumulto de
gente contemplando el partido en una docena de receptores encendidos, algunos de ellos idénticos al de la fotografía superior. El caso
es que movido por mi propia afición al balompié, me acerqué y con mucha suerte
tomé un lugar apropiado en donde no había transcurrido un minuto de mi llegada
cuando atónito, observé la maniobra espectacular de Diego Armando Maradona en
el momento en que le hizo un gol a sus acérrimos rivales, eludiendo a 6
jugadores ingleses incluyendo el portero Peter Shilton y para lo cual realizó una
carrera espectacular que dio inicio desde su propio campo.
Además del barrilete futbolístico, me
impresionó la calidad de la imagen reproducida en los receptores de reciente fabricación
ahí encendidos, a cuenta de la ingeniería mexicana y tutelada por el
otrora gigante de Asia, Hitachi. Más
allá de mover el marcador a su favor, recuerdo muy bien que la hazaña de
Maradona trascendió hasta las calles del centro de México. Por algunos minutos, el tránsito quedó paralizado
debido a que los automovilistas que seguían el encuentro por la radio habían descendido de sus vehículos con la intensión de observar la repetición por
televisión. Un caos fascinante. La fiebre de fútbol en todo su esplendor. El caso es que han pasado 28 años y no he visto un gol de ensueño tan particular.
La justa deportiva, concluyó una semana después, el 29 de junio, con el
resultado que pasó sin concesión, a los anales de la historia. A mediodía, en la cancha del
estadio Azteca, ante 100 000 espectadores, la selección albiceleste derrotaba en la final a la escuadra
Alemana de Franz Beckenbauer por tres tantos a dos. Meses después, muy cerca de allí, en
diciembre del mismo año, el curso de Electrónica de la armada nacional había llegado a su fin dando
vida a los nuevos egresados, los muchachos graduados después del mundial, el
mundial de México 86, el mundial de Diego Armando Maradona y su 10 emblemático.
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Armada de México, por cielo, mar y tierra. |
En Enero de 1987, fui enviado por la Marina al puerto de Coatzacoalcos
Veracruz situado al sureste del país. En
esa plaza, hasta marzo de 1990 dediqué mis días al servicio electrónico que
suponía el mantenimiento, la reparación y cualquier servicio relativo a los
sistemas de comunicación de los buques e instalaciones militares en tierra. El cuartel en donde viví la mayor parte de
aquellos días, no tuvo televisión sino hasta finales de 1988. A un oficial de la Marina que allá le apodaban
el Tigre, se le ocurrió la brillante
idea de hacer una colecta entre la tropa y así, comprar un televisor. Los marinos comisionados para la adquisición,
bajaron de un jeep un receptor Hitachi CT-2186 que instalaron en el comedor. De este modo, el receptor y yo, volvimos a encontrarnos.
Muy a pesar de que los radares instalados en los
buques de guerra de la época aludida contaban con circuitos de barrido horizontal,
vertical y fuentes reguladas mucho muy complejas, por esos tiempos reconocí mi
torpeza en relación a cualquier labor de reparación del televisor comercial,
amén de que el tiempo que yo podía dedicarle, era muy reducido. La asignatura quedó pendiente hasta el mes de
Agosto de 1990 en donde entonces tuve la oportunidad de aprender todo lo relacionado al
servicio a televisores y desde que MAESA (Manufacturera Electrónica SIM), mejor
conocida como Packard Bell y con sede en la capital del país, me otorgó un contrato de trabajo por tiempo indefinido como técnico de
servicio, cargo al que renuncié casualmente el 21 de Agosto de 1992, fecha de mi cumpleaños número 27.
En noviembre del mismo año, fui contratado por otra
empresa caracterizada por la posesión de un innegable y poderoso monopolio en
cuanto a la renta de televisores para la industria hotelera, restaurantera y
hospitalaria: Tele-hotel, una filial de Televisión del Distrito Federal. De tal suerte, no pasó mucho tiempo para
volver a encontrarme con el famoso televisor CT-2186 de Hitachi, esta vez, en cantidades inimaginables. En el valle de México, Tele-hotel había
instalado miles de receptores en casi todos los hoteles, esto, algunos años atrás a la fecha de
mi contratación. La empresa contaba con
la ayuda de una suerte de satélite denominado “Video Sistemas, S.A. de
C.V.” centro de reunión del personal de servicio que debía acudir a los cuartos de hotel
y realizar los servicios técnicos que éstos necesitaban.
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Hotel Presidente Chapultepec, en Polanco. |
Fueron muchos los días y también muchos los cuartos
de hotel en donde acudí a innumerables citas de servicio relativas a receptores
de televisión modelo CT-2186 de Hitachi.
De manera particular y con enorme nostalgia, ahora evoco los días en que
visité la calle de Campos Eliseos número 218 en Polanco. Con una altura de 130 metros, 44 pisos y
15 ascensores, ahí se encontraba el hotel Presidente Chapultepec, en su tiempo,
caracterizado en su fachada superior con el enorme dibujo de un Saltamontes en
color verde. De 661 habitaciones, el Presidente Chapultepec albergó en su
tiempo igual número de televisores Hitachi mas una veintena para reposición,
todos con el modelo motivo de esta rememoración.
En sus inicios, esta mole de concreto fue el
edificio más alto de la América Latina.
Las labores de servicio, pocas veces eran
realizadas en tan elegantes y exclusivas habitaciones. Para los efectos de
reparación, el emporio contaba con un espacio adecuado y localizado en alguna
parte del inmenso sótano. No fui titular
del sitio, únicamente cubrí la vacante de compañeros que por aquélla época habían tomado vacaciones y que para entonces ya eran veteranos: Froylán y Santa Rita. Lo que en realidad me agobiaba, no era la falta de práctica en el receptor sino el nudo de
la corbata. Ciertos formalismos no son apropiados para una profesión como la del técnico de servicio. Sin embargo, por instrucciones de la compañía a la que yo representaba, debía acudir
con la vestimenta apropiada y fue en el verano de 1994, -el año de la insurrección del EZLN en Chiapas- cuando presté mi
servicio en tan importante lugar.
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G. Cesar F y F. Peralta C. Autores del diagrama. |
En un acrílico rectangular transparente, el técnico
Santa Rita había pegado el diagrama del receptor en cuestión. Creo que nunca hubo una falla que él y Froylán
no supieran remediar en el chasis NP-83XC y que con el paso del tiempo y
acudiendo a más hoteles, también yo aprendí. El documento, señalaba una gran cantidad de
elementos sujetos de falla y que mis amigos anotaron según fueron localizando.
Debido a la exclusividad de la zona de Polanco siempre rebosante de economía y de primer mundo, nunca observé que mis compañeros
salieran a algún restaurant. Entre sus
pertenencias, ellos traían la comida del día y se daban tiempo para compartirla
con su asistente, es decir, conmigo. En lo particular,
siempre me agradó acudir los pisos más altos del Presidente Chapultepec. Aún con la
enorme contaminación del aire, la vista de la ciudad de México desde el sitio, siempre fue espectacular.
En Video Sistemas, conocí a muchos compañeros y además, tuve la prodigiosa fortuna de permanecer por algunos años, bajo las órdenes de unos jefes poseedores de una calidad humana ejemplar: Luis Buendía Pérez y Jose Luis Kimzín.
Con el paso de los años, el Presidente Chapultepec
cambió de nombre y borró de sus alturas el enorme saltamontes emblemático para
colocar en el mismo sitio, un logotipo tan elocuente que por sí solo parece hablar
de las precipitaciones cotidianas en que suele caer el capitalismo
salvaje. La medida adoptada haría que pronto, el edificio perdiera una parte importante de su propia identidad. "En donde está el edificio del Chapulín" decía la gente cuando se refería a los Campos Eliseos de Polanco. Chapulín, en lengua náhual, es Saltamontes en castellano.
De su parte, el televisor a TRC
parece negarse a morir. En su 28
aniversario, algunos receptores de televisión Hitachi modelo CT-2186, aún se
encuentran en pleno funcionamiento habida cuenta de haber mostrado en su pantalla, muchos años atrás, el retiro de la vida profesional del astro del fútbol
mundial, Diego Armando Maradona.
Por esas y por otras razones más, es que pienso que
el televisor antiguo, está ligado a mi recuerdo. La selección de fútbol de Argentina de Carlos
Salvador Bilardo en México 86, también, por supuesto. Maradona dejó en la cancha del Estadio Azteca, un recuerdo indeleble y grato para la tierra del Cono Sur y para beneplácito del mundo entero. ¿Porqué no?
¡Hasta la próxima semana!